domingo, 4 de marzo de 2012

Aborto post-natal

Durante esta semana, los medios de comunicación se han hecho eco de la publicación, el día 23 de febrero pasado, de un artículo firmado por Alberto Giubilini y Francesca Minerva, con el título "Aborto después del nacimiento: ¿por qué debería vivir el niño?". Ante la amplitud del problema filosófico que plantea el enunciado y, sobre todo, ante la torpeza y manipulación de los medios oficiales, me decidí a buscar el texto en sus fuentes originales, para proceder a la traducción, lectura, entendimiento, meditación y contestación al mismo. El artículo puede encontrarse aquí:
http://jme.bmj.com/content/early/2012/02/22/medethics-2011-100411.full

Las reacciones al mismo no se han hecho esperar, sobre todo las provenientes de la extrema derecha, tanto mediática como de a pie. Divertido, he pasado el fin de semana leyendo exabruptos y estupideces. De mis paisanos y de foráneos con acceso a internet. Cansado, he decidido volcar aquí mis reflexiones. Como siempre, no pretendo ser leído ni contestado. Este blog opera para mí como un diario personal, como un bloc de apuntes y reflexiones. Si alguien lo lee, bien. Si no, también. Por tanto, sin más preámbulos, ahí va mi post de hoy:

Aborto post-natal

Tesis de Giubilini y Minerva:

El aborto está ampliamente aceptado incluso por razones que no tienen que ver con la salud del feto. Demostrando que,

1) tanto el feto como el recién nacido no tienen el mismo estatus moral que las personas, el hecho de que ambos sean personas potenciales es moralmente irrelevante;

2) que la adopción no es siempre la mejor opción para las personas,

Giubilini y Minerva arguyen que lo que se denomina "aborto post-natal" (matar a un recién nacido) debería ser permisible en todos los casos en los que lo es el aborto, incluyendo aquellos en los que el recién nacido no tiene problemas.

Punto de partida del análisis.

Nos enfrentamos a un problema de bioética. Una disciplina emergente que cuestiona y echa abajo la tradición filosófica idealista incapaz de responder a los desafíos que proponen estas nuevas cuestiones, y que sólo una filosofía utilitarista y pragmática puede resolver.

Vivimos todavía en un cuerpo platónico. Un cuerpo esquizofrénico, fracturado en dos partes irreconciliables, una de las cuales ejerce un poder considerable sobre la otra: la carne domina al alma, la materia posee al espíritu, las emociones desbordan la razón.

Pero hoy en día la filosofía judeocristiana dominante evita la lógica duda que la ciencia introduce en nosotros y el Vaticano produce una Carta de los agentes sanitarios que introduce el miedo. Hay que dar por sentado lo peor como cierto e inevitable si aceptamos los progresos de la modernidad. Hay que alimentar el terror ontológico para producir la inmovilidad tecnológica. Como resultado, triunfa el principio de precaución que marca la victoria del conservadurismo y que deriva en una serie de peligrosas consecuencias: mantener al público en la ignorancia, favorecer la estupidez, llevar al colmo el instinto reactivo y primitivo de las masas, ensalzar la oscuridad y condenar el principio de las Luces, poner distancia entre las personas y los especialistas, quemar los puentes que unen el mundo de la ciencia con la gente,…

En la raíz de todo esto se encuentra el desprecio por la gente, el elitismo, el aristocratismo de las castas insensibles, la violación de la que somos objeto por parte de la propaganda cuando apelan a los sentimientos, instintos y pasiones (miedo, temor, angustia, terror), mientras le vuelve la espalda radicalmente a la razón y a su correcto uso.

Este análisis parte del punto opuesto. Este posicionamiento considera de manera frontal, sin condenar a priori los problemas molestos que plantea nuestra época posmoderna: clonación reproductiva y terapéutica, maternidad posmenopáusica, selección de embriones, ectogénesis, eugenismo, trasplante de rostro, cirugía cerebral o cirugía transexual, reproducción asistida, eutanasia, generación post-mortem, aborto post-natal, etc.


Tesis: Feto y recién nacido no tienen el mismo estatus moral que las personas. La potencialidad (de ser personas) es moralmente irrelevante.

Antítesis:

1º.- Consideración de feto y recién nacido como personas potenciales.

El feto, a partir de la semana veinticinco y el recién nacido TIENEN el mismo estatus moral que las personas. Ambos tienen realidad personal y reaccionan a dos tipos de estímulo (base del Hedonismo):

-  la capacidad de sentir placer
-  la posibilidad de experimentar dolor

Luego, es moralmente relevante y es de aceptar su estatus como personas potenciales.

2º.- Consideración de feto y recién nacido como personas reales.

De persona potencial a persona real hay que completar otro proceso. Los derechos de la persona potencial son tales cuando se transforma en persona real; para esto le falta la humanidad, que surge a partir de su relación con el mundo.

La humanidad presupone, por tanto, la capacidad de percibir el mundo, sentirlo y aprehenderlo de forma sensual, aunque sea someramente. Para lograr esto, hace falta cierto grado de desarrollo del sistema nervioso. Como he dicho, a partir de la semana veinticinco del feto en adelante.

Avanzado el tiempo, se definirá (pero ya existe) la humanidad por la triple posibilidad conjunta de:

-  una conciencia de sí
-  una conciencia de los otros
-  una conciencia del mundo

y todas las posibles interacciones:

-  entre sí mismo y sí mismo
-  entre sí mismo y el otro
-  entre sí mismo y lo real

Luego, diferenciaremos:

El feto:
-  antes de su semana veinticinco, no es una persona real (carece de humanidad)
-  después de su semana veinticinco, es una persona real (tiene humanidad: percibe su entorno por tener desarrollado hasta cierto punto su sistema nervioso).

El recién nacido: es una persona real y tiene humanidad, luego es sujeto de derechos.

3º.- Consideración sobre el aborto (pre o post-natal). Válido también para la eutanasia.

A favor de la muerte voluntaria (para sí o para una persona dependiente). Tesis que se inscriben dentro de las enseñanzas antiguas –estoicismo- y modernas –posmodernidad- :

-  no hay obligación alguna de vivir por necesidad
-  es posible elegir perder la vida por propia voluntad
-  el cuerpo nos pertenece y podemos usarlo como nos parezca
-  la existencia no vale la cantidad de vida vivida, sino su calidad
-  morir bien es mejor que vivir mal
-  se vive lo que se debe, no lo que se puede

En contra de la muerte voluntaria (tesis inscritas dentro de la tradición judeocristiana):

-  sufrimiento salvador
-  dolor redentor
-  muerte como pasaje que requiere perdón, reconciliación con el entorno como única condición para alcanzar la serenidad y la paz con uno mismo y que facilita el consuelo en un “después” de la muerte
-  agonía como via crucis existencial

4º.- Enfoque materialista:

El materialismo conduce a la serenidad.
La muerte acaba con todo lo que nos hace gozar o sufrir. Por tanto, no hay que temerle a la muerte.
Es antes cuando produce sus efectos y nos aterroriza con la idea de lo que nos espera.
Lo esencial consiste en no morir en vida.

Si las causas más comunes para el aborto son las anormalidades severas en el feto, los riesgos de salud física/psicológica en la mujer (independientemente de la salud del feto) y las “causas exógenas”: cambio de estatus de la pareja, condiciones económicas, condiciones de entorno, etc…, el problema filosófico se define así: ¿Qué ocurre cuando las mismas condiciones que justifican el aborto son conocidas después del parto?

NO es posible dar una respuesta unitaria que contemple satisfactoriamente todas las posibilidades. Es ahí donde está la trampa y donde se puede caer en una discusión peligrosa. Hay que diferenciar los supuestos uno a uno y emitir tesis que respondan. Por supuesto, el enfoque desde el que se parta incidirá en el resultado.

De ahí este análisis desde el punto de vista materialista y, por tanto, hedonista. Por adscripción y convencimiento particular propongo un análisis tomando como punto de partida el materialismo abderiano, el atomismo de Leucipo y Demócrito, Epicuro y los epicureísmos griegos y romanos tardíos, el nominalismo cínico, el hedonismo cirenaico, el perspectivismo y el relativismo sofista. El imperativo categórico hedonista que me mueve en mi análisis es el de la máxima de Chamfort: goza y haz gozar, sin hacer daño a nadie ni a ti mismo: ésa es la moral. Sin goce ninguna ética es posible o pensable.

Este análisis forzosamente ira en contra del idealismo platónico, dominante en la historiografía clásica y que tanta influencia ha tenido y tiene en la filosofía y pensamiento cristiano, que privilegia el dualismo, el alma inmaterial, la reencarnación, la falta de consideración hacia el cuerpo, el odio a la vida, el gusto por el ideal ascético, la salvación o la condena postmortem, tan del gusto de los pitagóricos y de los platónicos. Hay que escapar del pensamiento dominante, que puede dividirse en tres tiempos:

-       el momento platónico
-       el tiempo cristiano
-       el idealismo alemán (Kant y Hegel)


Tesis de situaciones que justifican el aborto post-natal para Giubilini y Minerva:

-       1.-Anormalidades severas en el feto
-       2.-Anormalidades severas sobrevenidas tras el parto
-       3.-Riesgos de salud física/psicológica en la mujer (tanto para estado de feto con buena salud como para estado de recién nacido con buena salud)
-       4.-Causas exógenas: cambio de estatus de la pareja, condiciones económicas, condiciones de entorno, etc… (tanto para estado de feto con buena salud como para estado de recién nacido con buena salud)
-       5.-La adopción no es la mejor solución por la angustia psicológica que se produce en la madre que da en adopción (incapacidad de elaborar la pérdida y hacer frente al dolor)

Tesis judeocristiana:

El aborto, en cualquier supuesto, es condenable. Es pecado mortal. No existen condicionantes intermedios.

Tesis hedonista:

Hipótesis 1 y 2: aceptable el supuesto de aborto pre y post-parto.
Hipótesis 3: Decisión exclusiva de la madre
Hipótesis 4: no aceptable
Hipótesis 5: no aceptable

Tesis sobre la Hipótesis 1 y 2:  Anormalidades severas en el feto y Anormalidades severas sobrevenidas tras el parto. La supervivencia tanto en un caso como en el otro implica una condena a la persona humana. El existir presenta unas deficiencias tales en la calidad de vida que, en su conjunto, se preferiría no vivirla. Y esas deficiencias atañen tanto a la persona que nace como a las personas que reciben esa nueva presencia. Se debería mitigar la idea de la muerte con una terapia activa aquí y ahora, sin inducir a morir en vida a fin de partir mejor cuando llegue el momento. Hay que rechazar el dolor y el sufrimiento como vías de acceso al conocimiento y a la redención personal. En la vida de una persona el cuerpo desempeña un papel protagónico. Toda filosofía se reduce a la confesión del cuerpo, a la autobiografía de un ser que sufre. El pensamiento emana, pues de la interacción de una carne subjetiva que dice yo y el mundo que la contiene. No desciende del cielo, a la manera del Espíritu Santo, lanzando lenguas de fuego sobre la cabeza de los elegidos, sino que surge del cuerpo, brota de la carne y proviene de las entrañas. Lo que filosofa en el cuerpo no es otra cosa que las fuerzas y las debilidades, las potencias y las impotencias, la salud y las enfermedades, el gran juego de las pasiones corporales.

Vivimos en una época nihilista que anuncia el fin de un universo y la dificultad de llegada de otro. Vivimos en un período intermedio y por tanto en una confusión de identidades entre dos visiones del mundo: una judeocristiana y la otra, aún no nombrada, que llamaré postcristiana. En este batiburrillo, la incapacidad para distinguir con claridad contornos éticos y metafísicos. Falla la cartografía. No hay brújulas. La descristianización es aparente. El Papa (los Papas) ha hecho más a favor de ello que cualquier ateo o agnóstico con tribuna. Pero esta impresión de retirada del cristianismo es una ilusión. Siguen perdurando las lógicas que desde hace veinte siglos impregnan de modo fundamental el funcionamiento de la sociedad europea. Los valores permanecen inalterados (honrar a los padres, amar al prójimo, consagrarse a la patria, familia heterosexual, amor al trabajo, preferir las virtudes a la maldad, etc). El adversario metafísico está menos en el Vaticano que en la conciencia e inconsciencia de la gente, que sigue transmitiendo estos valores de forma irracional. De ahí la necesidad del enfoque hedonista.

El sufrimiento, en la ética hedonista, encarna el mal absoluto. El sufrimiento será el punto de partida de este análisis. Para que una vida sea digna, para que merezca la pena ser vivida, la suma de placeres debe ser mayor siempre que la suma de los displaceres. Sufrimiento, pues, como mal absoluto. Tanto el experimentado como el infligido. En el caso del nacimiento de un niño con problemas, en el caso de un embarazo no deseado, en el caso de advenimiento de problemas mayores por dar a luz que por no hacerlo, se dan los dos factores: sufrimiento experimentado y sufrimiento infligido. La aritmética es sencilla.

El bien absoluto coincide con el placer definido por la ausencia de perturbaciones, la serenidad adquirida, conquistada y mantenida, y la tranquilidad de alma y espíritu. Y además, el placer nunca se justifica si el precio es el displacer del otro. El otro me requiere ante la perspectiva de una relación exitosa capaz de causar mi satisfacción. Su placer es constitutivo del mío. Lo mismo que su displacer.

Consideremos el aborto post-natal (Hipótesis 2) como una eugenesia. En sí, la eugenesia se define como una técnica que permite producir una descendencia en las mejores condiciones para el individuo (salud privada) o la colectividad (salud pública). Por su uso, puede ser liberal, si sirve para generar el máximo de beneficios para los laboratorios al comienzo de los procedimientos; racial, si (a la manera nazi) aspira una humanidad supuestamente regenerada y purificada de sus pretendidas miasmas; católica, cuando promueve el estricto respeto por la vida transformada en una especie de fetiche por un culto de índole pagana, al punto de alabar los productos patológicos de la naturaleza como pruebas que envía Dios; consumista, cuando pone la técnica al servicio de fabricación de envolturas según los cánones del momento (rubias de ojos azules de grandes tetas y encéfalo pequeño, etc.). En todo caso, opciones moralmente indefendibles. Por tanto la eugenesia sería condenable por el epíteto que la califica.

Pensemos en la eugenesia libertaria. ¿Qué significa? Una estrategia de evitación y un objetivo muy simple: aumentar las posibilidades de la presencia de felicidad en el mundo, partiendo del principio de que la enfermedad, el sufrimiento, la minusvalía, el dolor físico o psíquico, merman la alegría de la potencialidad existencial. Así pues: disminuir las posibilidades de la presencia de dolor en el mundo.

El eugenismo libertario no produce subhombres ni superhombres, sino sólo hombres: permite una igualdad de acceso a toda la humanidad; rectifica las injusticias naturales e instaura un reino de equidad cultural. Luego, no bien llega el ser al mundo, permite una medicina predictiva antes de que se declare la enfermedad, que así puede impedir; elimina, por lo tanto, tratamientos dolorosos e incapacitantes, las numerosas patologías ligadas a las curas, como también los efectos secundarios de los que nunca habla la industria farmacéutica.

La medicina transgenérica que acompaña a la eugenesia libertaria frena la omnipotencia de la medicina agonística que, la mayor parte del tiempo, combate el mal con otro mal. Define una medicina distinta, pacífica, que neutraliza la aparición de la negatividad a la manera de las artes marciales.

Tesis sobre la Hipótesis 3: Riesgos de salud física/psicológica en la mujer (tanto para estado de feto con buena salud como para estado de recién nacido con buena salud). Hay que dividir la casuística:

-Riesgos de salud física para la madre para estado de feto con buena salud: debe ser la madre quien decida libremente.

-Riesgos de salud física para la madre para estado de recién nacido con buena salud: aunque a priori no consigo imaginar ninguno, la madre deberá decidir libremente

Tesis sobre la Hipótesis 4: Causas exógenas: cambio de estatus de la pareja, condiciones económicas, condiciones de entorno, etc… (tanto para estado de feto con buena salud como para estado de recién nacido con buena salud). Debemos, para plantear la tesis, realizar una pregunta previa: ¿Por qué tener hijos? ¿En nombre de qué? ¿Para hacer qué? ¿Qué derecho tenemos de traer a la nada a un ser al que sólo le proponemos una breve estancia en la tierra antes de retornar a la nada de donde proviene? En gran parte, engendrar corresponde a un acto natural, a una lógica de la especie a la que obedecemos ciegamente, cuando semejante operación, pensada desde el punto de vista metafísico y real, debería responder a una elección razonable, racional e informada.

Hay que medir las consecuencias de infligir la pena de vida a un “no ser”. ¿Es tan extraordinaria, alegre, feliz, lúdica, deseable y fácil la vida que les obsequiamos a los cachorros de hombre? ¿Es necesario amar tanto la entropía, el sufrimiento, el dolor, la muerte que, a pesar de todo, ofrecemos ese trágico regalo ontológico?

El niño que nada ha pedido tiene derecho a todo, en especial a que nos ocupemos de él de forma total y absoluta. La educación no es crianza, aquello que suponen los que hablan de educar a los hijos, sino la atención a cada instante y a cada momento. El adiestramiento neuronal necesario para la construcción de un ser no tolera ni un segundo de desatención.

Se necesita bastante inocencia e inconsecuencia para emprender la construcción de un ser cuando a menudo, muy a menudo, no se dispone siquiera de medios para una escultura de sí o de una construcción de su propia pareja en la forma que conviene a su temperamento. Ya lo dijo Freud: se haga lo que se haga, la educación es siempre fallida.

En cualquier caso lo que importa es no contraer un compromiso que esté por encima de lo que se puede cumplir. El contenido del contrato no debe exceder las posibilidades éticas de los participantes. La libertad de elegir incluye la obligación de cumplir.

Hemos referido más arriba la frontera de la semana veinticinco para poder evaluar y posicionarse ante una nueva situación. Veinticinco semanas de reflexión deben ser suficientes para firmar un contrato con esa persona en potencia. Si la meditación da como resultado la decisión de abortar, no existe reproche moral. Si el resultado es lo contrario, se produce un contrato. Aquí no caben los cambios de idea o los caprichos infantiles. El contrato, el compromiso, debe ser respetado. No puede existir un amparo legal o conceptual para proteger veleidades o inconsistencias. Y, llegado el caso fatal, la opción de adopción debe ser contemplada, lo que inhabilita la Hipótesis 5ª.


Tesis sobre la Hipótesis 5ª: La adopción no es la mejor solución por la angustia psicológica que se produce en la madre que da en adopción (incapacidad de elaborar la pérdida y hacer frente al dolor). Inaceptable contemplar el aborto post-natal como mejor solución para evitarle, a la madre que no ha respetado el contrato o el compromiso contraído en el momento de la concepción del recién nacido, la angustia psicológica que se deriva de dar en adopción a su hijo. Habría que contrapesar la angustia psicológica de suprimir una vida sana. El remordimiento. Los fantasmas de la culpa. Me pregunto cómo se elabora la aceptación de una decisión de suprimir una vida por motivos como cambio de estatus de la pareja, condiciones económicas, condiciones de entorno, etc… Volviendo al enfoque hedonista, si mi renuncia a la educación y cría de mi hijo me genera más satisfacción que dolor, si mi entrega a otras personas dispuestas a darle lo que yo no estoy dispuesto genera más satisfacción a ellas que dolor, si la aritmética de toda la operación es más positiva que negativa, entonces la adopción, en contra de las teorías promulgadas por Giubilini y Minerva, es una opción más válida que la eliminación de una vida.


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