domingo, 12 de febrero de 2012

Sobre la reforma laboral de Rajoy y los Campos de Concentración (2ª parte)

Pero detrás de todo esto no puede haber más que una intención oculta. Ustedes saben que privando a la masa trabajadora de medios decentes de vida y de supervivencia, privándola de una educación de calidad, atiborrándola de televisión basura para anular el pensamiento crítico, fomentando la obligación de comprar, consumir, satisfacer sus impuestos, pagar, generar en fin la dependencia física y psíquica de su sistema; incluso, rizando el rizo, extendiendo el temor a ser excluido, hacer sentir a los (por el momento) privilegiados que su suerte puede acabar, que pueden perder su estatus (miedo por su salud, su jubilación, su futuro). Así, crean más rebaño, más gregarismo.

Un caldo de cultivo propicio donde, en el momento más preciso, eclosione con más fuerza y virulencia un fascismo de nuevo cuño. Formado y nutrido por amantes de sensaciones totalitarias de todo tipo. Este debe ser su objetivo, señores del PP. Un ejército de descerebrados que actúen bajo el mandato del capital, del que ustedes no son sino meras marionetas abducidas y convencidas. De ahí a elegir y señalar como objetivo a todo aquello que les pueda resultar molesto por obstaculizar sus fines (homosexuales, intelectuales, disidentes, revolucionarios,...) y volver a crear un 10 de noviembre de 1938, un amanecer negro tras una nueva "Kristallnacht", sólo hay un paso. Y ustedes están corriendo hacia él. Decidida. Ciega. Locamente.


Yo termino aquí. Dejo paso (sin su permiso) a Javier Marías. Hasta la próxima, que será muy pronto...
"[Mariano Rajoy] siempre me ha parecido un cabeza hueca. Un hombre sin ideas y desde luego sin ímpetu, sin capacidad para entusiasmar a la gente, ni siquiera para crearle ilusión y esperanza. Esto no quita para que, consciente de sus limitaciones, pueda poseer cierta astucia. La astucia clásica de las personas sin ideas consiste en hacerse la esfinge: permanecen calladas mientras los demás parlotean, se muestran enigmáticas e inescrutables, consiguen que los otros se mantengan a la expectativa de sus escasos pronunciamientos, a los que se acaba por dar valor sólo por eso, por su escasez. Siento decirlo -y con ello no insinúo en modo alguno que la política de Rajoy vaya a tener nada que ver con la de un dictador-, pero la actitud que hasta ahora está adoptando me recuerda, de lo que yo he conocido, más a la de Franco que a la de ningún otro gobernante posterior. Los jóvenes lo ignoran y los maduros lo van olvidando, pero aquel aciago individuo era así: hermético, imperturbable, cazurro, frío, taimado. Sólo hablaba en discursos memorizados, rutinarios, hueros. Lanzaba a sus ministros por delante, los hacía quemarse, los nombraba o destituía sin dignarse comunicárselo. Y, por supuesto, jamás se rebajaba a dar explicaciones a nadie, y menos que a nadie a la prensa y a los ciudadanos, que eran meros sojuzgados. Rajoy -quién si no- ha tomado ya unas cuantas medidas duras y ha incumplido no pocas de las promesas de su larguísima campaña electoral. Él, sin embargo, anda desaparecido, no ha dicho "esta boca es mía" y se lo ha dejado todo a sus subordinados, como si nada fuera con él..."

Sobre la reforma laboral de Rajoy y los Campos de Concentración (1ª parte)

Es habitual que toda política proponga un "arte" de someter al individuo y degradarlo hasta convertirlo en sujeto haciéndole perder su naturaleza, su fuerza y su potencia. Es necesario destruir al individuo, reciclarlo, integrarlo en una comunidad. Así, reducido a la mínima expresión, la comunidad aparece ante él como salvadora, como dadora de sentido. Por tanto, entra en ella el sujeto contrayendo una deuda desde el inicio de su relación. Perverso inicio. Aquello que te reduce hasta casi la destrucción te da lo que previamente te ha quitado a cambio de tu entrega total. Así, la sociedad que ha usurpado tu individualidad la hace suya. Lo mismo hace con las individualidades de todos los demás. Y con la suma de todas genera una unidad que reivindica constantemente. De esta forma, los que conseguimos despertar del sueño hipnótico en el que estamos sumidos y reclamamos nuestra individualidad, los que pedimos a la sociedad que nos la devuelva, nos convertimos en enemigos a batir, pues atentamos contra la unidad sacrosanta del grupo.

A lo largo de la Historia todas las políticas han perseguido este mismo fin: convertir al individuo en un sujeto. Hacerle valer casi cero. Reducirle. Una vez conseguido, hay que crear paradigmas. Héroes. Figuras emblemáticas que resuman y representen los universales que hacen diferente el corpus social que habitan de los otros corpus que los rodean. Figuras que otorgan el elemento diferencial. Mitologías que dan lustre a la sociedad y que alumbran auxiliares a su servicio, en forma de Sacerdotes, Ministros, Militantes, Directores, Empresarios,...

División artificial en clases una vez conseguida la uniformidad. Triunfo de la ideología de la división que supone y presagia la ausencia de unidad y homogeneidad en la especie humana. De ahí la creación de barreras infranqueables de entrada y de salida entre clases. Sumisión a tu categoría para toda la eternidad. Proletario o capitalista. Y en medio, algo con que graduar la jerarquía: homosexual, masón, laico, opositor, resistente, comunista, libertario,...

Y luego están los vigilantes, la jerarquía intermedia entre la masa y la élite. Como modo único de relación entre ellos, el sometimiento, la sumisión, Darwin. El más fuerte somete al débil. El más astuto, el más bribón, el más hipócrita, pone al otro de rodillas. A sus pies.

Para conseguir estos fines, señores dirigentes de la cosa laboral de este gobierno del PP, el mejor medio (la historia dice lo contrario, pero ustedes, analfabetos proteicos, van a repetir los errores) es envilecer, humillar, transformar, marcar y producir una diferencia, animalizar. Y encuentro poca diferencia entre el escenario que su nueva ley crea y un campo de concentración (entiendo, actualmente, como tal, cualquier espacio consagrado al dolor: fábricas, empresas y otros lugares organizados y gestionados por el capitalismo).

Si el campo de concentración es la expresión máxima de lo político legitimando la sumisión de una categoría de hombres a otra, es decir, de la creación de nuevos señores y nuevos esclavos, con su nuevo reglamento laboral, señores del PP, marionetas del capital, ustedes han dado carta de libertad a la nueva generación de campos de concentración.

A partir de ayer pobres, parados y proletarios nos asemejamos más y más al deportado en la privación, la miseria y la ausencia de futuro. Estamos condenados a la repetición sin fin de las pautas que marcan el empleo del tiempo durante toda la jornada: levantarse, trabajar, sufrir, padecer, someterse a los ritmos y las cadencias impuestos por otros, comidas miserables, salud precaria, esperanzas prohibidas.

Los derechos, para los señores. Los deberes, para los esclavos. Inimaginable la posibilidad de invertir los papeles o de reducir la condena. Pero yo quiero advertirles, queridos y rancios próceres. Quiero avisarles...  un derecho natural nominalista y libertario, hedonista, afirma la posibilidad para todo individuo de hacer todo lo necesario para vivir y, consecuentemente, para sobrevivir cuando estos dos objetivos le son denegados por la sociedad. Es la sociedad por tanto la responsable de evitar que, en virtud de ese principio, un individuo cualquiera se vea arrastrado a buscar soluciones extremas.

sábado, 11 de febrero de 2012

Perjudicar la estupidez. A favor del Juez Garzón (2ª parte)


Baltasar Garzón ha osado enfrentarse al sistema dominante. Ha pisado con estrépito algunos callos. Ha querido erigirse en ser indivisible, con cuerpo propio, dando la espalda a aquellos que le querían recordar que, como individuo, pasa por ser una cantidad despreciable. Celebrado y tolerado cuando puso su existencia al servicio de la causa coincidente, a la que todos rendíamos culto, auxiliar de esas divinidades que producen el consenso de la mayoría, ahora que se había instalado más allá de todas las consideraciones jurídicas válidas para los grupos de poder y sólo para ellos, se han vuelto contra él.

El exceso de derecho mata al derecho. Y el mundo del derecho es un mundo de arcanos tan complejos que la ley queda en manos de vejestorios escolásticos contemporáneos, experimentados y conocedores, que dominan el derecho y lo ponen al servicio de los intereses que defienden, es decir, del mundo que les da de comer.

Entonces el derecho ya no está al servicio del individuo, o de la minoría agraviada, sino de quienes ayudan y permiten el sojuzgamiento. Y entonces el individuo queda como un sujeto sometido al servicio de máquinas sociales, ideológicas, políticas, de las que es difícil defenderse, cuando no imposible.

Pero tenemos una oportunidad. La derrota del pensamiento no está generalizada y el triunfo de la barbarie de la derecha todavía no es efectivo. Defiendo desde aquí un pensamiento crítico libertario cuyo propósito es siempre oponer la cultura a las fuerzas sombrías y gregarias. Propugno la autonomía de la razón, la reflexión libre de las ligaduras dominantes del momento Rajoy, la salida de la condición pasiva a fin de celebrar la actividad, la positividad y el voluntarismo ético y estético. Reclamo el pensamiento libre en oposición a todas las formas de religión y de comunitarismo, en contra de la desconfianza, la cautela, cuando no el odio a todo lo gregario que tan arduamente defiende el PP.

Hay que instalar la ética y la política en el perpetuo terreno de la resistencia. Resistir. Nunca colaborar. Jamás ceder. Ni por un instante perder de vista lo que constituye la fuerza, la energía y el poder del individuo que dice NO a todo lo que tiende a debilitar su imperio, cuando no la pura y simple desaparición de su identidad. Rechazar las mil y una ligaduras que, aunque ridículas, irrisorias, terminan por producir el sometimiento de los gigantes más vigorosos.

Esta política que nos hemos regalado vive de gregarismo festivo y de celebraciones comunitarias. Del recurso a la seducción más que a la deducción. Del uso de la mentira y la hipocresía más que del análisis y la reflexión. La gran Política en España se ha atrofiado en una pequeña política que se reduce a quienes abrazan la carrera para convertirse en administradores del capitalismo y sus crisis, que aprovechan para, de la mano del miedo, agrupar al rebaño y someterlo desintegrando al individuo pensante.

Y el rebaño les da la mayoría absoluta. Lo que les sirve para deshacer cualquier avance social conseguido. Para volver atrás en el tiempo y condenar a la hoguera los derechos conquistados amparándose en este sistema parlamentario, que no es más que un vivero para la comedia. Se juntan allí nuestros próceres, que no aspiran tanto a la sublimidad en materia política como a la de su mezquina carrera personal. Así, el hemiciclo de mi querida Carrera de San Jerónimo hace las veces de una cámara de descompresión de las reivindicaciones legítimas de nosotros los individuos ciudadanos. Metamorfoseadas, diluidas en la escolástica moderna del formalismo jurídico y parlamentario, irreconocibles gracias al cachondeo de las enmiendas, nuestras necesidades, nuestras preocupaciones, nuestros anhelos, nuestros derechos o nuestras reivindicaciones terminan por ser tan inútiles como si jamás hubieran visto la luz.

Así las cosas, quedan pocos caminos para inyectar resistencia y antifascismo, rebelión e insumisión allí donde empiezan a triunfar los modos autoritarios que da la mayoría absoluta, allí donde impera la sumisión a la razón de Estado, esa razón contra la razón, que impide cualquier intento de socavación del edificio social construido sobre la base de esas falsas y engañosas asociaciones de ideas.

Me obligan a ser rebelde, estos hijos de puta.

Perjudicar la estupidez. A favor del Juez Garzón (1ª parte)


Objetivo nietzscheano por excelencia. De lo contrario, ésta (la estupidez) triunfará sin reserva y a tal punto, que los autoritarismos de antaño parecerán suaves y pálidos en comparación con estos de ahora, que están consiguiendo someter los cuerpos, sin duda, pero también y sobre todo las almas. El fascismo del futuro (si no del presente ya) no se conforma con el sojuzgamiento de los cuerpos, sino que dispone de medios para lograr también el de las almas. Intentan engañarnos celebrando el cuerpo con el más vulgar de los hedonismos, que el mercado elogia y festeja: consumir, tener, poseer, esto es lo que exime de ser o lo que lo sustituye. Así, divididos en una relación egocéntrica y narcisista, convertidos a esta nueva religión del amor a nosotros mismos, los fieles olvidamos que también tenemos un alma. A falta de estímulo (falta intencionada, provocada por ellos) el espíritu es pura y simplemente inexistente. Y de la falta de espíritu, el rebaño. Rebaño que se forma tras los fascistas. Rebaño formado por aquellos a quienes se ha privado de medios decentes de vida y de supervivencia o por los que temen un día ser privados de ellos. Personas que temen por su salud, su jubilación, su futuro, y recortan de lo necesario para vivir o sobrevivir, siquiera modestamente, incluso pobremente.

Y del rebaño, uno solo espera lo peor. Porque entre ellos, que sólo esperan un jefe y una oportunidad para marchar al paso, o desfilar, estarán también quienes hayan sido privados de cultura, saber, memoria, inteligencia. Peor aún, los que en lugar de estas virtudes dispongan de un catálogo de referencias de combate al uso fascista: los racistas, los sexistas, los misóginos, los entusiastas de la lucha contra el aborto, los enemigos del matrimonio homosexual, los defensores encarnizados del papismo, los enemigos de la memoria histórica, los militaristas, los negacionistas, los revisionistas,…  Toda inadecuación del derecho positivo al derecho natural, toda fisura que se abra entre las exigencias de la justicia y la equidad y los reclamos que la política se esfuerza en no ofrecer, toda negativa a poner la política al servicio del individuo, acompañada de la empresa inversa de someterlo permanentemente a aquello que lo devora, todo eso aumenta el agujero negro en el que tantos hombres y mujeres se han hundido, todos ellos ávidos de hacer prevalecer la vida sobre la barbarie y el horror, la ferocidad y la inhumanidad. En ese mismo agujero es donde se está tratando de arrojar hoy, en este país, al juez Baltasar Garzón.

Mantengamos por tanto, hoy, algo de fidelidad a quienes, como él, han tenido la valentía de precipitar allí (a ese agujero negro) su cuerpo, su alma, su juventud, su vida, sus recuerdos, su pasado, su futuro, su valía, su empeño…

Esto es una llamada. Sea cual sea el partido gobernante, sea cual sea la situación, el poder del individuo consiste en oponer una resistencia determinada, una insumisión feroz a lo que exige la autoridad. Llamo a la rebeldía. El individuo rebelde debe prepararse para ejercer una tarea infinita. Y estar alerta. Porque este poder ejercido por los “amos” –lacayos ellos mismos del sistema, que sabe quitárselos de encima en el momento oportuno, cuando la productividad o la eficacia disminuyen- se justifica y legitima por medio de ideales, en virtud de universales, de trascendencias que exigen y necesitan para bien de quienes los sufren (nosotros): lo Justo, lo Verdadero, lo Bello, la Ley, el Estado, el Saber, el Orden, la Seguridad, el Derecho, la Moral y otras mitologías con que perpetúan los sometimientos.

Despertemos de una puta vez: el infierno vivido y habitado hace legítimo y deseable un mundo en el que se trate de evitar el retorno de cualquier cosa que se le parezca, a toda costa. Ya está siendo habitual en el mundo y en este país que la política se postule como un arte de someter al individuo y de convertirlo en sujeto, destruyendo al individuo, reciclándolo, integrándolo en una comunidad proveedora de sentido. Todas las teorías del contrato social se apoyan en esta lógica: fin del ser indivisible, abandono del cuerpo propio y advenimiento del cuerpo social.

jueves, 9 de febrero de 2012

¡Ya basta!

Unamos nuestra voz ante la vergüenza y la desfachatez que se ha instaurado en este país. Pinchad este enlace e intentemos que nos oigan...

http://www.avaaz.org/es/spain_truth_on_trial/?ckMVncb

¡Ya basta!