jueves, 23 de abril de 2015

Mi vida como una hormiga (IV)

De nuevo en la oficina. De nuevo con la mierda al cuello. Asuntos que me la pelan. Problemas que no lo son. Llamada del Iluminado, preocupado por algunos incidentes registrados en la delegación de Granada.

- ¿Has leído sus correos?

- Justo acabo de hacerlo

- ¿Y qué te parece?

- Me parece que hay un problema de base y que habría que replantear las cosas de nuevo.

- Eso mismo pensaba yo.

Los cojones, tronco. No tienes ni puta idea de lo que ocurre y me llamas para que te limpie el culo de tu propia mierda.

- Habría que reunirse con ellos de nuevo...

Claro. Tu estás al lado. A una hora de coche. Puedes hacerlo.

- ¿Cuándo puedes acercarte?

¡Ja!. Lo sabía, cabrón. No vas a mover tu culo gordo. Para eso estoy yo. Aunque me encuentre a setecientos kilómetros. Aunque mañana esté en las antípodas captando nuevas hormigas para tu enriquecimiento personal. Aunque me deje la puta piel en la carretera. No. Tú no te vas a mover.

- Mañana estoy en Donostia. Voy a ver la mejor combinación para estar en Granada pasado mañana.

- Buena idea. Ya me confirmas...

Por supuesto, hijo de puta. Que tú no te muevas es la mejor idea. Ya me hago cargo yo, grandísimo cabrón.

- Hablo con el director de Granada y te digo algo en cuanto lo tenga claro.

Vete a la mierda. Voy a ir porque mientras viajo, leo. Mientras leo, vivo. Y porque leyendo o escribiendo me mantengo cuerdo. Porque poner kilómetros de distancia entre tú y yo es la mejor pócima para conservar la cordura.

Estoy mirando y buscando las mejores combinaciones para llegar allí. Una puta mierda. Este país no puede llegar a nada si para llegar a cualquier punto inviertes más tiempo que el que te lleva arreglar cualquier asunto. Me temo que tendré que utilizar mi coche. Y pensar que tú vives a una hora escasa... ¡puajjj! ¡qué asco me das!

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