martes, 21 de abril de 2015

Mi vida como una hormiga (III)

Un día más en el paraíso. Es viernes y sueño con el fin de semana, como una hormiga más. Lo primero que hago es intentar reconciliarme con lo poco de humano que queda en mi. Intento reconciliarme con mi conciencia y redacto una carta de recomendación para mi última víctima. Paso de formalidades hueras. Escribo algo con las tripas, en un intento de meter algo de humanidad, de aire fresco, entre tanta mierda. Lo envío.

Millones de correos se acumulan en la bandeja de entrada. Una compañera ha sido madre. Pobre bastardo. Si supieras lo que te espera volverías al coño calentito del que acabas de salir.

Aquí el ambiente es asfixiante. Una de las chicas con las que comparto espacio va a ser despedida por mi en unos días. Respecto a ella no tengo dudas. No merece estar aquí. Aún así, compartir espacio con un cadáver ambulante es desagradable. Sobre todo cuando notas que el malestar hacia ella flota en el ambiente y que percibe señales inequívocas del futuro inmediato que le aguarda. Eso le hace ser ridículamente solícita y artificialmente amable, haciendo nauseabundo el contacto con ella.

El dia transcurre anodino. Trabajo puramente administrativo. Tedio. Sopor. Llamadas en cascada que impiden continuidad en alguna tarea. Y esas putas ganas de fumar que me asaltan intermitentemente. Me cago en mi puta vida.

Y ya es lunes. I don´t like mondays. No haré como Brenda Ann Spencer. No me pondré a disparar a pobres cabrones para solucionar mi mierda mental.

"The silicon chip inside her head
gets switched to overload
and nobody´s gonna go to school today
she´s gonna make them stay at home
And daddy doesn´t understand it
he always said she was good as gold
And he can´t see no reasons
´cos there are no reasons
What reasons do you need to be shown?"

Es lunes. El fin de semana se me ha vuelto a escapar entre los dedos como el mercurio de un termómetro. El viernes, la estupenda y yo salimos a proveernos de material para la resistencia... el Live Aid del 85 para recordar buenos momentos de buena música, cuando la vida parecía eterna y nosotros inmortales. The Last Waltz de Scorsese, un buen paquete de Philip Glass y, cómo no, algo de Bukowski, de Murakami, de Eco, de Bolaño, de Buarque... tablas; maderos para seguir construyendo la balsa y no morir en este naufragio imperceptible en el que estamos metidos.

El sábado salimos a comprar algún regalo para mi padre. Buscaba un chaquetón de lana amorosa, con bolsillos y cuello para las frías tardes de invierno. Me gusta imaginármelo embutido en él, trabajando en sus libros, fumando y tomando café (descafeinado ya, ¿verdad, viejo?, ¡qué putada!). Luego fuimos a ver casas en venta, buscando un refugio para el frío invierno de nuestras vidas. Un hueco donde escondernos y dejar pasar el tiempo rodeados de nosotros mismos, habiendo sido abandonados por los chicos. Ya queda poco para que salten del nido y deberemos trasladarnos a un nido más pequeño.

El domingo hubo reunión familiar para celebrar el cumpleaños de mi padre. A regañadientes fuimos. No puedo sustraerme de estos eventos. Siento el reloj en el tiempo de descuento para mis padres y tengo necesidad de verlos. Setenta y cuatro años. Siempre elegante. Cada vez más pequeño. La piel cada vez más transparente. Los ojos cada vez más glaucos, más apagados. Menguando.

Ayer temblaba su mano izquierda. Ayer tiritaba de frío cuando salimos a fumar un cigarrillo. Ayer me pareció más pequeño que nunca. Más frágil. Como siempre, hablamos de banalidades. Nunca de temas serios, de asuntos personales. Te amo, padre. Con un amor inmenso. Pero morirás sin haber hablado conmigo. Sin saber nada de mí, al igual que yo no sabré nunca nada de ti. Te llevarás contigo tus secretos. Tus anhelos. Tus pecados. Tus ilusiones. Y yo tendré que seguir adelante sin saber realmente quién eres. Quién fuiste. Jamás hemos sabido hablar. Jamás encontramos la forma de hacerlo. Cada vez que nos hemos visto, cada vez que hemos compartido un cigarrillo, el dolor de la oportunidad perdida me ha asaltado. Te escapas, padre. Te vas de mi. No sé cómo hacerlo. Y eso me tortura. Y me torturará cuando no estés. Lo sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario